Kiera James, estudiante graduada de Psicología de la Universidad de Binghamton y líder del estudio, junto con el resto de los investigadores “querían examinar cómo la exposición a las críticas de los padres afecta la forma en que los niños procesan y prestan atención a las expresiones faciales de las emociones. Una forma de ver la atención es a través de un marcador neuronal llamado Potencial Positivo Tardío (LPP por sus siglas en inglés), que proporciona una medida de la atención que alguien presta a la información emocional, como una cara feliz o triste.”
Para ello, seleccionaron un grupo de padres de niños entre los 7 y 11 años de edad, con quienes sostuvieron entrevistas para conversar sobre sus hijos durante 5 minutos. Estas declaraciones luego fueron codificadas en diferentes niveles de crítica. En paralelo, los investigadores midieron la actividad cerebral de los niños mientras veían una serie de imágenes de rostros que mostraban diferentes emociones. Fue así como el estudio concluyó que los hijos de padres con mayor tendencia a la crítica mostraban menos atención a las expresiones faciales de emociones en comparación a los hijos de padres con menor nivel de crítica.
“Sabemos, gracias investigaciones previas, que las personas tienen la tendencia a evitar aquellas cosas que los hacen sentir incómodas, ansiosas o tristes debido a estos sentimientos aversivos”, explicó James. También indicó “es bien sabido que los niños con padres más críticos son más propensos a emplear estrategias que funcionen como una barrera protectora cuando sienten angustia o peligro.”
La exposición recurrente a críticas negativas durante la niñez no solo afecta la forma en cómo los niños entienden diferentes expresiones de emociones de otros durante esta etapa de la vida, sino que además se extiende hasta la adultez, afectando sus relaciones interpersonales, o desarrollando problemas como baja autoestima, depresión o ansiedad, entre otros.
Más que valoraciones negativas, los niños necesitan valoraciones que le permitan crecer emocionalmente, entendiendo que no se trata de resaltar lo que está mal a la vista de los adultos sino de cómo pueden lograr mejorar a cada paso. Si el niño se equivoca en algo, permítale que lo intente nuevamente, ayúdelo a encontrar el punto donde “eso” dejó de estar bien y muéstrele por qué no está bien. Equivocarse no está mal, pues siempre es una oportunidad para aprender, claro está, a su ritmo, y no al nuestro como adultos.
La niñez es una etapa preciada para todos y es la base para convertirnos en adultos empáticos, sanos y más felices.
Con información de:
https://www.sciencedaily.com/releases/2018/06/180611133507.htm
https://saposyprincesas.elmundo.es/consejos/psicologia-infantil/reaccion-cerebro-ninos-criticas/